16 marzo, 2020

Ilustración 40

Pío nono, agradecido / a los dones de Ysabel, / la da bula singularis / para que pueda joder.

SEM – 139 x 193 mm – Sign. DIB 18/1/4853

Isabel II, con un rosario en la mano, abrazada en la cama a Carlos Marfori. El papa Pío IX inciensa a la pareja, flanqueado por Luis González Bravo y por Francisco de Asís, con un cirio en la mano y el hábito blanco con la cruz de la orden de Calatrava. Al fondo, sor Patrocinio en actitud servicial.

Alison Sinclair cita una información aparecida en El Relámpago, el 10 de febrero de 1867, sobre el pago aplazado de 350 millones de reales en remuneración de cierta bula que Pío IX había acordado a Isabel II y que su esposo Francisco de Asís creía que debía ser aceptada. De acuerdo con el rumor popular, la reina había comprado una bula por 300.000 reales como pago del perdón de sus pecados. En noviembre de 1868 se comentaba en Gil Blas: «Parece que Isabel de Borbón daba al papa todos los años, para atender al ejército pontificio, 30 millones de dinero católico, apostólico, español. Comprendemos que el papa le enviase la rosa de oro y todas las bendiciones de que Su Santidad puede disponer por esa cantidad». Algo antes, en octubre, en una parodia del escrito de la reina dirigido a los españoles, escribía Luis Rivera: «Que no puede durar mucho tiempo este estado de cosas, lo digo yo, lo dice mi marido, lo dice Marfori y lo asegura el cardenal Antonelli, que echa ya de menos aquel río de dinero que yo le enviaba, y conmigo el clero, en cambio de las bendiciones por mis caprichos de donna mobile».

M. de R. Delgado al comentar la figura de Claret escribió en El siglo Ilustrado, en octubre de 1868: «Hubo de excusarse ante el confesor con que su marido… no llenaba los deberes de esposo o los llenaba in minoribus et partim. El arzobispo de Trajanópolis calló entonces y fue a Roma a consultar con Su Santidad el especialísimo caso. Su Santidad ordenó que se formara un expediente y se acreditara la verdad de la excusa con testigos. ¿Qué sucedió? No lo sé. ¿Sufrió la prueba de Enrique IV, que el pudor no nos permite describir? Se ignora; lo cierto es que hubo dispensa y que el vicario, aunque sin prueba evidente, dijo possumus, y perdonó desde allá los pecados cometidos, y lo más extraño quos comituri essent. Dos años después, y manente pecato, vino la rosa de oro a proclamar bajo el anillo del pescador la más virtuosa de las reinas a la reina Isabel. […] el Papa perdona todo siempre que mandéis dinero a Roma para sostener la guardia veterana con Capello y el ejército de zuavos… El Padre Claret era en toda regla un ministro plenipotenciario».

Los temores religiosos de la reina ante el reconocimiento del reino de Italia se hicieron sentir con todo su peso sobre la decisión al respecto del gobierno largo de O’Donnell (1858-1863). Cuando regresó al poder, en junio de1865, intentó neutralizar al entorno clerical de la Corte, exigiendo el traslado de sor Patrocinio a un convento alejado de Madrid. El padre Claret renunció a su puesto como confesor real cuando el gobierno impuso finalmente el reconocimiento del reino de Italia.

Véanse las acuarelas núms. 3, 47, 72 y 86.

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