26 septiembre, 2020

Ilustración 65

Senado 4 de Mayo de 1863. / ¿Qué cosas no se dirían / el de Reus y el de Valencia / cuando, si aquí las digese / faltaría a la decencia?

SEM – 148 x 194 mm – Sign. DIB 18/1/4907

La escena se refiere al duro enfrentamiento parlamentario entre Ramón Narváez (duque de Valencia) y Juan Prim (conde Reus y marqués de Castillejos) en la sesión del Senado del 4 de mayo de 1863.

Tras la caída forzada del largo gobierno de la Unión Liberal de Leopoldo O’Donnell en 1863, se barajó la posibilidad de que los progresistas, encabezados por Juan Prim, llegasen pacíficamente al poder. Sin embargo, la reina optó por un breve gobierno del marqués de Miraflores y después encargó la presidencia del Consejo de Ministros a Narváez, suscitando la oposición de progresistas y unionistas. Narváez intentó apaciguar a los progresistas refiriéndose a ellos como «un partido legal, partido respetable que ha hecho importantes servicios al Trono y a la nación; y yo espero […] que todavía con buenas condiciones, deponiendo los disgustos y las antipatías que ha habido entre el partido moderado y el partido progresista, alternarán en el poder, dándose la mano y contribuyendo de consuno al servicio de la Reina, a levantar el Trono y a cimentar la paz pública». Prim respondió airadamente, mostrando la desconfianza progresista ante tantas promesas incumplidas y recordando el carácter autoritario, y la represión sangrienta, que habían caracterizado a los ministerios presididos por el duque de Valencia.

A partir de ahí la discusión fue muy violenta y adquirió el tono personalista característico del debate político de finales del reinado isabelino. Narváez acusó a Prim de ambición desmedida, de entrar y salir de Palacio ofreciéndose como única salvación posible de la dinastía y calificó sus reuniones alternas con la reina y con los líderes progresistas como una farsa. El general Prim, que unos años después encabezaría la Revolución que destronó a Isabel II, dijo entonces: «¿Qué tiene de farsa eso? Lo que significa es un gran sentimiento de amor intachable por S.M., por su dinastía y por la patria […]. Farsa llama S.S. al buen deseo de un leal español que cree poder ser el eslabón que una a ciertas parcialidades disidentes que se iban alejando de día en día y que yo he tratado de que se unan y vuelvan otra vez cerca del Trono para que lo apoyen y lo defiendan, defendiendo también la dinastía, a fin de evitar así grandes males a la patria».

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